viernes, 8 de junio de 2012

Libros: "Eramos unos Niños". Escrito x Patti Smith




(Las plantas carnívoras)

El agua que entra al aula. Clase de matemáticas. Agradezco no haber traído medias. Mis zapatos son un desastre. La profesora Montero que habla sobre el divisor y el dividendo. La profesora parada sobre una silla dando la clase. Nosotros estamos más atentos que nunca a su clase. La luz se corta. Afuera de noche. La lluvia violenta. Ahora tormenta. Apenas se oye lo que la profesora enseña. Suena el timbre. Salimos corriendo. En el patio veo a los de primer grado nadar con sus bracitos luchadores. Corro hasta la salida. El timbre deja de funcionar y comienzan a tocar la campana 13 veces. En el portón de ingreso y con el agua hasta la cintura, mi abuela TATI que aguarda a que yo salga. Corro hacia ella como puedo. Ella me abraza. Nos mojamos mutuamente. Nos vamos a su casa. La casa toda inundada. Los muebles arruinados. Las vasijas a la miseria. Las armas de mi abuelo en el fondo del agua. El loro muerto. Ahogado dentro de su jaula. El loro MARIO nunca había aprendido una sola palabra ya que en la casa de mi abuela no se hablaba mucho, casi nada. Subimos hasta la terraza. Corremos un mueble que arrastrado por el agua había terminado por tapar la puerta de una habitación de servicio. En el cuarto se encuentra CHOCHY, mi primo, subido a un ropero. Mi abuela cierra la puerta y pone unas toallas rojas en las ranuras de la puerta para que el agua no continúe entrando al cuarto de servicio. Los 3 ahora subidos al ropero. Mi primo CHOCHY tiene frio. Le presto mi guardapolvo que aunque mojado lo va a proteger del frio. Los 3 nos quedamos en silencio. Ni los padres de CHOCHY ni mi madre vuelven a buscarnos. Luego de un par de días cuando la lluvia se detuvo y cientos de ahogados supimos que entre ellos se contaban a nuestros padres. Los velaron a los 3 juntos. A mí me vistieron con un trajecito negro y una camisa blanca. Yo no quise entrar al salón velatorio. No quería ver el cadáver de mi joven madre. Me quedé afuera viendo como mi tía MAGY se fumaba un cigarro fino, largo y negro. CHOCHY lloraba como un condenado. La abuela TATI nos crió a los 2. La ciudad de Posadas estaba devastada. Solo quedaron en pie unos monoblocks que se llaman “El Laurel”. Son 5 monoblocks pintados de distintos colores. Los Marrones, Los Verdes, Los Amarillos, Los Azules y Los Cremas. Nos mudamos a los Verdes donde vivía CHOCHY. Era un departamento de 3 ambientes. Yo dormía en la misma habitación que mi primo, en la parte de debajo de una cama tipo marinera. Como las escuelas habían sido destruidas, mi abuela TATI nos daba clases. Reforzó nuestra escritura y lectura. CHOCHY quien tenía 11 años, uno más que yo, se escapaba del departamento y a veces no venía a clases. Yo estaba siempre presente, no faltaba nunca. CHOCHY al cumplir 13 años accedió a una guitarra tipo criolla de solo 3 cuerdas. A veces en nuestra habitación él tocaba mientras yo recitaba poemas de Viel Temperley o Joselo Ortiz. Luego comencé a escribía mi propia poesía la que luego junto a CHOCHY convertíamos en canciones. Los 2 cantábamos y tocábamos en los cumpleaños y fiestas que organizaban los vecinos del barrio. Tocamos una vez en los monoblocks azules y justo al otro día fueron destruidos por los habitantes del monoblock Crema. Nuestra música era medio extraña e inclasificable. Mis letras eran muy abstractas y siempre conducían hacia la ficción.  Pero la guitarra era tocada por CHOCHY de una forma muy primaria y visceral. Solo con 3 cuerdas. Yo lo veía tocar y sus manos eran más agiles y veloces que el sonido que emanaba su guitarra. Pero él solo quería tocar la guitarra igual que un obrero operando una maquina fabril. Tocamos muchas veces. Grabamos un cassette con nuestros temas en el minicomponente de TERRY. Luego ese cassette fue un gran éxito. Lo copiaron más de 100 veces. La cinta del original estaba súper gastada. El casette llevaba por nombre HONDURAS. Conseguimos que VACA, nuestro vecino del Edificio 3 tocara la batería. Desde ese momento pasamos a llamarnos KRAKATOA. Ese era el nombre con el cual se conocía a unos fuegos artificiales que vendían cuando éramos más chicos. VACA se adaptó rápidamente a nuestra forma de tocar. Él hacía que olvidemos la falta de un bajista. Yo tenía problemas con los dedos por lo cual no podía tocar ningún instrumento y menos uno de cuerdas. Lo mío eran las letras. Se me daban con facilidad. No buscaba ningún sentido ni rumbo claro, solo que sea como una pequeña historia de 3 minutos de duración.    

Cine: "Los Jovenes Muertos". Dirigida por Leandro Listorti.



(Los Inmaduros)

Estamos en un departamento de los monoblocks MARRONES, antes de ser destruidos por los CREMAS. El tío de TAVO trajo de regalo 2 pares de guantes marca EVERLAST. Un par de color negro y otro para de color rojo. Los había comprado en un viaje de puro placer a una Ciudad que TAVO nunca escuchó nombrar pero que al oírla le suena a nombre de batalla histórica o al nombre de una banda de Heavy Metal. A las pocas horas de haberse hecho efectivo el paso de los guantes de las manos del tío de TAVO a las de TAVO se produce el primer encuentro y a la vez debut de los guantes. La ventana de persianas marrones de la habitación de TAVO se encuentra abierta. Se oye el sonido de los pasos del tío de TAVO alejándose. Pareciera que lleva puesto unas botas leñadores con suela de goma. Igual no se lo puede ver. En la habitación de TAVO, donde no hay ningún poster, ni juguetes, solo las blancas paredes, la ventana verde y arriba de uno de los roperos una pila de latas de colección de todo tipo: latas de cervezas, latas de gaseosas, jugos, elixires extraños del Asia profundo y gaseosas light. Las latas están amontonadas una arriba de la otra como una muralla metálica. Algunas latas, caídas por la intromisión de algún viento fuerte, típico de los otoños Posadeños, cubren algunas de las armas que TAVO colecciona. Son más de una decena, la mayoría antiguas. La que más reluce, quizás por haber sido pulida el día anterior, es una escopeta Tipo ARRIETA del 23. TAVO lleva puesto el par de guantes rojos, los agarró pensando que ese color podría traerle algún tipo de buena suerte, duda de ello, pero igualmente los lleva puesto. Su primo, CHOCHY, se quedó con el par de guantes negros por decantación y no por alguna otra cosa. TAVO viste, aparte de los guantes rojos, una casaca francesa de color verde, unos calzones negros ajustados hasta la rodilla y un diente flojo. La paleta izquierda. TAVO frota su lengua sobre su endeble diente. Se balancea hacia adelante y hacia atrás, TAVO imita con el cuerpo los mismos movimientos que con su diente. Algún tipo de placer le debe producir, al menos eso es lo que yo intuyo. Su primo CHOCHY está enfrente suyo, listo para el enfrentamiento. Vale la aclaración y para quitarle “suspense” a la escena, que CHOCHY es 3 años mayor que su primo y casi 30 centímetros más alto y ancho. El cálculo es estimativo. Pero si se quiere apostar a lo seguro vale el dato. Se miran fijamente. Los 2 dan dos pasos hacia delante. CAMPE se acerca a ellos. Tiene una pistola Vasca en la mano derecha, la otra la tiene enyesada. CAMPE quiere una pelea limpia y con poco roce. Sin roce innecesario. CAMPE debe tener unos 15 años. 2 menos que sus amigos combatientes. El chico es testigo de cómo TAVO y CHOCHY chocan sus guantes y se alejan unos pasos. CHOCHY le hace una señal a CAMPE, éste se acerca y le desabotona su Chupa en tafetán de color azul. Los botones tienen inscriptas pequeñas estrellitas rojas. El niño le quita la Chupa y CHOCHY se queda solo con su casaca beige. CAMPE se sienta en la cama de TAVO, levanta su arma, apunta hacia la ventana verde, apunta al sol, y finalmente dispara. La explosión retumba en el interior de la habitación. TAVO y CHOCHY comienzan a pelear. De entrada y para sorpresa de casi nadie, CHOCHY comienza golpeando, sin mucho orden pero con mucha convicción, Golpea, CHOCHY muy abajo. TAVO reacciona, pero pega poco y fuerte. Abruptamente un golpe de TAVO da directo en el grueso y transpirado cuello de CHOCHY. Se da por finalizado el combate amistoso y le damos la bienvenida al combate llano. CHOCHY comienza a golpear a su primo sin medir fuerza y cantidad. Aunque quisiera no podría hacerlo. El chico, los chicos, sabían que era la ira. Varios golpes en la cara de TAVO le cambian el color de los cachetes y de la nariz. CHOCHY al ver a su oponente entregado, listo para la cocción, le atina un certero puñetazo en la boca a su primo/hermano. Ese mismo día, más precisamente esa misma tarde, TAVO perdió uno de sus dientes, la paleta izquierda. Por suerte era un diente de leche.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Libros: "Mujeres". Escrito X Charles Bukowski.


PelopINCho

Verano en la ciudad de Gobernador Virasoro, en la Provincia de Corrientes. La madre soltera termina de armar la pileta Pelopincho. La arma. Sola por primera vez. Se siente orgullosa. Ella está transpirada y con sus cabello castaños algo desalineados, pero se la nota soberbia. Inmensa. A ella y a la pileta de lona. El sol pega fuerte en la terraza de su casa. Allí la Pelopincho, de color azul con dibujitos de animales, reluce esplendorosa. El sol no hace más que volverla implacable. A la pileta de lona y a ella. La madre se sienta en un sillón reclinable. Se toma un tereré de agua. Agua, hielo y unos yuyos. Toma en un mate gaucho, con el logo del Gremio de Porto Alegre. Se bebe dos tererés. Suena una bocina. La madre se acerca hasta el borde de la terraza. Sus dos hijos bajan de un auto de color verde. Son dos niños. Uno de 3 años y otro de 5. Los dos tienen unas mochilas muy grandes. Se despiden de su padre quien no desciende del automóvil. La madre ya no se encuentra en la terraza. Abre la puerta de su casa y entran sus hijos.  Los besa y luego los abraza. Arroja las mochilas al suelo y suben raudamente a la terraza. La madre asciende primero para poder ver la reacción de sus hijos. El mayor llega primero.  Se quita rápidamente sus ropas. Se queda en calzoncillos y se arroja “bomba” al agua. El niño más pequeño sube las escaleras a duras penas. Ve la pileta y comienza a reír. Mira a su madre. Los dos se ríen, cómplices. La madre le saca la ropa a su hijo menor. Éste, solito se mete a la pileta. Los niños juegan, nadan y se arrojan agua. La madre se sienta nuevamente en el sillón. Mira a sus hijos divertirse en la pileta. Se bebe un tereré en el momento justo en el cual se percata que los cabellos de su hijo menor no se mojan con el agua.  Al igual que ella, los cabellos del niño también son impermeables. 


Cine: "De Caravana". Dirigida por Rosendo Ruíz.



eL VerANeO
Habíamos quedado con Nayra que nos encontraríamos en los casilleros de las garrafas, atrás de los monoblocks. Yo ciertamente dudaba de que ella fuera a encontrarse conmigo allí. Ese mismo día era la asunción presidencial de Carlos La Mona Jiménez. Por ello, toda la ciudad estaba empapelada con su imagen y banderines de hermosos colores en todas las esquinas. Esa semana fue inolvidable. Se oían algunas explosiones de cohetes en el aire. Se respiraba un aire festivo inigualable e irrepetible. La asunción de La Mona, se mezclaba con las fiestas navideñas. El olor a pólvora nuevamente. Unos chicos vestían a unas chicharras con unos cohetes Pica Pau. Les ataban un fino hilo de cocer a la chicharra, encendían el fosforito y la soltaban a volar libremente. El cohete explotaba en el aire y la chicharra automáticamente quedaba achicharrada. Un tanto contradictorio. Yo me puse mi mejor perfume. Pibes. Me puse más de la cuenta. Me ardían los ojos. Mi hermana me remarcó que me había “pasado de rosca con el pibes”. Salí de mi departamento, haciendo oídos sordos a los comentarios de mi hermana. Siempre solía saltar los escalones de a cuatro cuando bajaba de mi edificio. Ahora pisaba lentamente cada uno de ellos. Quería que los escalones se enteren de lo que estaba a punto de suceder. Yo conquistaría el mundo adulto, al fin. Extrañamente en el barrio no había nadie. Los juegos estaban vacíos. En los balcones,  nada. Al acercarme a la esquina veo pasar un gran colectivo escolar llevando a Jimeniztas que tocan bombos y arrojan tres tiros al aire. Llego a los casilleros. Me tiemblan las manos. Sudo. La camisa floreada se me pega a la espalda. No sé porque me transpira tanto la espalda. Ahora los brazos y las manos también me sudan. Eso es nuevo. Se oye el gas correr dentro de los tubos que salen de las garrafas. Yo me introduzco en un casillero vacío. El casillero que le pertenecía a la familia de Termy. Ahora se mudaron al Centro. A la menor fricción, chispa, todo puede volar por los aires. Miro mi reloj. 20:29. Cierro la puerta del casillero y todo queda a oscuras. No veo ni mi mano. Menos mi reloj. Espero Nayra llegue. Tengo miedo.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Discos: "The hardest way to make an easy living". The Streets

 

LA nARanJA MecÁnicA

Ellos alemanes, nosotros rusos. La ciudad destruida como un juego de Yenga que ha terminado. Yo transpirando como babosa. Disparan como si tuvieran miedo. Casi sin mirarnos. Con miedo de vernos a los ojos. A algunos yo los ficho de algún barzucho de París, estos de alemanes sólo el acento.  Hasta el casco me pesa como gorda en brazo. Y Vladimir está más caliente que negra en baile. ¡A correr! Vladimir y Dimitri corren como locos llevando la delantera, yo corro y hago lo que puedo. Esta bayoneta me pesa horrores. Las armas de ellos parecen de algodón. Corremos mientras los disparos nos respiran en la nuca. Extrañamente todos los disparos, si se los escucha atentamente, casi componen una canción pop de los Beatles. Algún tema medio bailable. Piso un montículo de tierra. Todo se vuelve confuso. La claridad de la explosión nos enceguece a los tres. Vladimir y Dimitri son descompuestos por la explosión. No queda de ellos más que vísceras y recuerdos. Yo aún no se si estoy muerto. Se acercan a mí un grupo de jugadores de futbol de la naranja mecánica. Esa selección holandesa que tanto amé.  Los veía sentado en el living de mi casa, a mis 10 años. Me levantan entre el arquero y el delantero del equipo. Aunque hago un inusitado esfuerzo, no logro recordar sus nombres. Los dos huelen a perfume de madera. Bien dulzón. Los dos son enormes, sus brazos, tranquilamente pudieron haber destruido esta ciudad del norte de Alemania. No lo creo, ellos nunca harían eso. Me echan una mirada que me tranquiliza. Me llevan en andas. Como puedo intento dejarme llevar. Casi no veo nada. Toco como mis dedos sus anaranjadas camisetas, son 100 % algodón. Rozo suavemente la tela de la camiseta. ¡Estoy muerto! Ahora lo sé.