viernes, 25 de noviembre de 2011

Discos: "The hardest way to make an easy living". The Streets

 

LA nARanJA MecÁnicA

Ellos alemanes, nosotros rusos. La ciudad destruida como un juego de Yenga que ha terminado. Yo transpirando como babosa. Disparan como si tuvieran miedo. Casi sin mirarnos. Con miedo de vernos a los ojos. A algunos yo los ficho de algún barzucho de París, estos de alemanes sólo el acento.  Hasta el casco me pesa como gorda en brazo. Y Vladimir está más caliente que negra en baile. ¡A correr! Vladimir y Dimitri corren como locos llevando la delantera, yo corro y hago lo que puedo. Esta bayoneta me pesa horrores. Las armas de ellos parecen de algodón. Corremos mientras los disparos nos respiran en la nuca. Extrañamente todos los disparos, si se los escucha atentamente, casi componen una canción pop de los Beatles. Algún tema medio bailable. Piso un montículo de tierra. Todo se vuelve confuso. La claridad de la explosión nos enceguece a los tres. Vladimir y Dimitri son descompuestos por la explosión. No queda de ellos más que vísceras y recuerdos. Yo aún no se si estoy muerto. Se acercan a mí un grupo de jugadores de futbol de la naranja mecánica. Esa selección holandesa que tanto amé.  Los veía sentado en el living de mi casa, a mis 10 años. Me levantan entre el arquero y el delantero del equipo. Aunque hago un inusitado esfuerzo, no logro recordar sus nombres. Los dos huelen a perfume de madera. Bien dulzón. Los dos son enormes, sus brazos, tranquilamente pudieron haber destruido esta ciudad del norte de Alemania. No lo creo, ellos nunca harían eso. Me echan una mirada que me tranquiliza. Me llevan en andas. Como puedo intento dejarme llevar. Casi no veo nada. Toco como mis dedos sus anaranjadas camisetas, son 100 % algodón. Rozo suavemente la tela de la camiseta. ¡Estoy muerto! Ahora lo sé.

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